lunes, 1 de octubre de 2007

Cuestión de piel

Hay cosas que se escapan a la lógica, reacciones que no siguen ningún patrón racional. Hay lugares, personas, situaciones... que nos producen un encantamiento especial, que nos generan vibraciones positivas, que nos hacen sentir cómodos, a gusto... Otros, en cambio, provocan el efecto contrario: sin ningún motivo aparente, sin elementos objetivos, provocan nuestro rechazo.
Yo lo llamo cuestión de piel... De igual modo que no podemos controlar el rubor, que determinadas situaciones nos ponen el vello de punta sin que podamos evitarlo, que los escalofríos son incontrolables... reaccionamos mal con ciertas cosas, incluso si no siempre nos damos cuenta, y aunque hagamos todos los esfuerzos posibles porque no sea así.
Una ciudad con historia, con zonas bellas, que atesora vivencias, que mira al futuro... puede hacerme sentir tan incómoda... Es como cuando vas de vacaciones a casa ajena, a un edificio espectacular... en el que por fabuloso que sea, por bien que quieran tratarte... no acabas de sentirte a gusto, siempre con la sensación de ser un invitado, de estar de paso... en definitiva, de no estar en casa.
Es cuestión de piel... una incompatibilidad de la que no acabas de ser consciente, pero que tiene mucho que ver con los nervios, con la impaciencia, con los estallidos de cólera, o de llanto... Espacios que convierten nuestros pies en pesadas losas que cuesta arrastrar, que nos roban la energía.
Sin embargo, existen otros lugares que -independientemente de que sean puro caos o calma infinita- son como un colchón de nubes de algodón... generan calma, paz, aligeran nuestros pasos y nuestros corazones, alimentan nuestras fuerzas... hasta límites insospechados porque ¿tiene algún sentido lógico que sólo con poner el pie en uno de esos lugares te cambie la cara, olvides los miedos, cambie tu cuerpo y hasta se alise tu piel?. Abres la puerta y entras, por fin, en tu hogar!!!
Como no siempre se puede vivir en esos refugios, como hasta es posible que su poder radique en la excepcionalidad de las visitas, yo procuro dar una vuelta alguna noche en sueños por sus calles o sus árboles, y cada cierto tiempo, sanador, pisar sus adoquines, su césped, su arena.

2 comentarios:

Berenice dijo...

Me ha encantado este post.. sin duda el que más.

La piel es sabia a veces, como tu dices, quizá sea porque la intuición habita en ese manto que nos cubre de arriba a abajo, o porque todo se siente antes por el tacto que por otro sentido, o con una intensidad distinta.

Deberíamos aprender a escuchar a nuestra piel más de vez en cuando.

Stirga dijo...

M.A.P., guapa, hoy me has recordado que esa misma sensación es bueno sentirla con las personas -y a veces se logra-: ese sentir que nadie te puede tratar mejor, que nadie te va a conocer mejor, que basta una mirada para entenderse, para decirse todo... y sólo unos minutos, unas horas, unos días como mucho, para descubrirlo...

Besos