viernes, 31 de octubre de 2014

Hay esperanza

Hoy cumplo 11 años...

... y me parece increíble todo lo que me ha pasado en poquito más de una década, una década que parece que me haya caído de regalo -y los regalos hay que valorarlos, disfrutarlos, aprovecharlos. 




En el verano de 2003 me llevé el susto más grande de mi vida: me diagnosticaron un cáncer de ovarios. Aún recuerdo ese instante atroz en el que, después de varias pruebas para estar completamente seguros de todo, me confirmaron que sí, que tenía un tumor maligno. Tuve que pedirle a la doctora que me dejara quedarme un ratito llorando en su consulta, porque no tenía fuerzas para levantarme y salir al mundo. Luego llegó otra experiencia aún peor, darle a mi familia una de las peores noticias que puede contarse a alguien. Y las pruebas pre-operatorias, pensando que estaba echando una carrera contra-reloj ¿y si llegábamos demasiado tarde? Al fin y al cabo, los médicos no eran nada positivos. 

El 31 de octubre de 2003 llegó y pude pasar por quirófano. A partir de ahí empezó una nueva fase en mi vida: esperar a los resultados, la quimio y sus efectos secundarios (los más visibles: la caída del pelo, los kilos de más... y los menos evidentes, pero que aún siguen notándose), la gente que se va y la que se queda, los miles de pañuelos de colores -y cuando estaba lejos de los más cercanos, los que pudieran sufrir al verme, la cabeza al aire-, los "exámenes" médicos -primero mensuales y luego cada vez más espaciados- a los que pensaba que nunca me acostumbraría... 

Pero aquí estoy, rompiendo pronósticos, once años después. Ha sido un período tremendo, de dolor, rabia, incertidumbres, miedos y angustias, de adaptación y transformaciones físicas y emocionales, incluso mentales, pero también de esfuerzos para ser más fuerte que la enfermedad y sus secuelas, de esperanzas y superaciones, primero día a día, luego semana a semana, mes a mes... Momentos en los que la lucha debía hacerse en solitario y otros en los que tenía el bálsamo, el cariño y el apoyo de la familia y los amigos que nunca fallaron, de los que estuvieron siempre al pie del cañón. 

En estos últimos 132 meses he reído, llorado, gritado, soñado, amado, abrazado, besado, leído, aprendido, cantado, bailado, andado (mucho)... he cambiado de casa y de trabajo, he descubierto una nueva pasión (la enseñanza), he seguido disfrutando de mi profesión, he viajado, he subido en helicóptero, he descubierto lugares nuevos, he vuelto a esos pequeños paraísos que me dan tanta vida, he perdido amigos pero ganado otros, he conocido a gente excepcional, he empezado el Camino de Santiago, he vivido aventuras, he probado nuevos platos y degustado nuevos vinos, he intentado disfrutar de la vida de otra forma, he abierto mi mente, he intentado ganar tiempo para mí, he tropezado, me he levantado... pero, sobre todo, he vivido y confirmado que #HayEsperanza 


A pesar de que sigo cometiendo errores (¿quién no?), continúo avanzando en esto de intentar vivir y sigo apasionándome, soñando y luchando por lo que merece la pena. 

Me queda mucho camino, pero estoy dispuesta a seguir recorriéndolo con las mismas ganas. Y, por supuesto, he decidido poner mi granito de arena para que se siga investigando y desarrollando nuevos fármacos, nuevos tratamientos, para #VencerelCancer

martes, 23 de septiembre de 2014

Samsara, Laura

Laura es una de las personas más sabias que conozco, junto a la que se aprende a afrontar la vida, rota mil veces, y a empezar otras mil de nuevo. A vivir con los sentimientos como timón. A dar sin esperar nada a cambio, a perdonar, a mantener siempre la ilusión y la confianza.

Con Laura es posible pasar noches durmiendo en el suelo para tener unas horas más de confidencias, dar paseos buscando hoteles baratos que nos permitan disfrutar unos días más en París, ir a la caza del restaurante donde degustar un nuevo plato, reírte con una hamburguesa en sillones de sky rosa, ver obras de teatro vanguardistas -o simplemente diferentes- en las que somos las únicas chicas del público, fotografiar escaparates en las noches urbanas o compartir mesas apretadas con desconocidos / nuevos conocidos en cualquier acera del mundo...

París, Bolonia, Miami, Madrid... con Laura he recorrido las principales ciudades de la moda en piel y no sé dónde nos veremos la próxima vez, qué aventura viviremos, de qué nos reiremos o con qué lloraremos.

Nos acercaron los zapatos pero nos han unido el amor por la misma ciudad; las ganas de aprender y descubrir sin importar la edad o el estado; la capacidad para buscar y disfrutar con pequeños detalles, con momentos, con situaciones; la superación de errores, fracasos, accidentes; la pasión por lo que hacemos en cada momento; la ilusión por seguir avanzando; las largas charlas...

Lo importante con Laura es que, por mucho tiempo que pase, con solo mirarnos a los ojos y abrir la boca el tiempo, la distancia, las diferencias se estrechan y volvemos a conversar como si hiciera cinco minutos desde nuestro último encuentro.

Laura me ha enseñado a levantarme, a superar los miedos, a vivir con sentimientos, a dar amor por muchas heridas que hayamos recibido, incluso a perdonar.

Hace mucho ya que el destino no nos ha permitido cruzarnos una vez más pero espero que pronto podamos disfrutar de algún momento robado al reloj para volver a escaparnos de nuevo a nuestra ciudad dorada, visitar exposiciones, hacer alguna locura y conversar como solo se puede hacer cuando hay amistad de verdad.

Samsara, Laura. 


jueves, 31 de julio de 2014

Cabezas vs corazones

A veces el día a día te va arrastrando, el tiempo se comprime (o las "tareas" se multplican) y poco a poco vas dejando de hacer muchas cosas... primero las echas de menos con frecuencia pero, poco a poco, su recuerdo se va diluyendo hasta que llega un día en el que apenas piensas en ello.
Pero, de repente, una frase te hacer recordarlas y vuelves a buscarlas y te preguntas qué te ha hecho abandonar eso que tanto te gustaba.
Y, recuerdas que tienes un lienzo en el que volcar todo lo que te bulle en la cabeza y que, habitualmente, no tienes forma de compartir (algo a lo que Stirga volverá en otro momento).
Así que vuelve al mirador de Stirga con algo que me lleva rondando varios días: ese enfrentamiento cabeza vs corazón, corazón vs cabeza, a la hora de hacer cualquier cosa.
A priori, siendo alguien que se empeña en darle vueltas a las cosas, en intentar racionalizar todo, en buscar motivos, analizar efectos, perfilar resultados... está claro que prefiero dejarme llevar por la parte más racional.
Pero, como también me apasiono con lo que hago, no puedo evitar en otras ocasiones dejar que sea el corazón -o el instinto- quien marque mis pasos.

Pero también hay momentos en los que dudo sobre cuál debe ser el motor: el corazón o la cabeza.

Y me vienen a la memoria elecciones erróneas -mías y ajenas-. Y me reafirmo en otras decisiones que volvería a tomar -o que me parecen acertadas en otros-.

Y justo entonces leo que se debe soñar con la cabeza y no con el corazón. Y ahí sí que disiento: deberíamos soñar siempre con el corazón y luego, a la hora de decidir, usar la razón -a veces-. ¿Cómo si no podríamos descubrir, atrevernos, avanzar, innovar, progresar, crecer...?.