miércoles, 26 de septiembre de 2007

Valor, échale valor

Valor es hacer lo que te da miedo, por mucho que te asuste, porque es lo que debes hacer... ya sea bajar al fondo de una mina, decir las verdades al jefe, mandar a paseo al que te hace daño... no importa el vértigo, el temor a las represalias o perder el contacto. Lo importante es llegar al final, que te respeten, que no te hagan daño.
La vida está llena de precipicios, altos picos, conversaciones espinosas... no ver el peligro es de inconscientes, pero la auténtica valentía está en calcular los riesgos y... tirarse desde el acantilado (con paracaídas), subir a la cumbre (bien entrenada) o abordar esa charla llena de verdades difíciles (con el guión preparado).
Nadie dijo que el camino de los sueños sea fácil, que la senda del respeto resulte cómoda, que la carretera del día a día sea un paseo. Están llenos de baches y barreras, de trampas, de espinas, de curvas endiabladas, de cuestas imposibles, de caídas casi a plomo.
Con un poquito de entrenamiento, la mejor coraza que pueda uno forjarse y el valor para dar los pasos necesarios... se puede llegar al fin del mundo. Aunque sea etapa por etapa. Aunque sólo se trate de ganar un poco de tiempo y respeto antes de dar el salto. Que no te pisen, que no te frenen, que no te asusten...

sábado, 15 de septiembre de 2007

Namarie

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Límites

Creo que no sé poner límites a muchas cosas. Me apasiono demasiado... con la vida, con los libros, con la gente, con una película, con una ciudad, con el trabajo, para bien o para mal. Disfruto como una niña en un fiesta o me hundo en la miseria, no sé acotar la pasión, las reacciones -positivas o negativas-, carcajadas y sollozos, alegría exultante y pesadumbre apocalíptica, terror paralizante e insensata osadía, calma profunda y frenética actividad... forman parte de mi vida cotidiana.

No sé construir muros de contención a mis acciones y emociones, quiero de forma incontenible a los míos, sufro hasta el infinito cuando me hieren o me fallan, me es difícil disimular el desagrado con los necios, los inútiles, los soberbios y quiénes tratan mal a los que me rodean o a mí misma.

¿Cómo saber hasta dónde hay que dar?. Si siempre creí que la autenticidad está en demostrar. Si me sale de dentro preocuparme por la gente que me importa, que me parece interesante... enviar un mensaje, recordarles lo bueno que pienso de ellos, estar pendiente de cómo están, susurrar una letanía calmante, dejar un detalle en su puerta, ofrecer un abrazo, buscar el regalo apropiado, llamar para interesarme, renunciar a lo que haga falta cuando necesiten un oído, un hombro, un cómplice para una carcajada o simplemente un poco de compañía.
Ofrecer, dar, proponer, compartir, confiar, contar, escuchar, llevar, traer, escribir, dibujar... es mi forma de ser y estar con quiénes me aportan y, sí, puede agotar el esfuerzo, puede doler una ausencia de respuesta, o el peso de tener que ser quien esté siempre tirando, empujando o mostrándose... pero... ¿no es mejor extenuarse que marchitarse?. ¿A quién prefiero, al sillón gastado, rozado y deformado por el excesivo uso, o a la silla desvaída, ajada y pasada sin estrenar?

Qué complicado es saber cuándo cortar la preocupación, los detalles, los esfuerzos por los amigos, la familia, los compañeros. ¿Con qué instrumento medir y calcular hasta qué cota se puede dar, a partir de qué punto estamos molestando, presionando, interfiriendo o haciendo daño -a otros o a nosotros-?. ¿Qué brújula nos señala dónde se encuentra la frontera de lo que se puede ofrecer? ¿Con qué nivel hallar el equilibrio?. ¿En qué momento la dádiva se asemeja a la petición?.

Por no hablar de que también me resulta difícil recortar los textos y las palabras. Sin límites al escribir ni al hablar (una "coleta" que me soporta varias horas al día asentiría con frenesí y puede que me pase un día una factura de aspirinas, sin límite claro). ¿Seré una mujer de excesos, tal vez?

El caso es que tengo que aprender a ponerme límites, lo que no sé es cómo, ni siquiera acabo de entender del todo qué mal hay en ser y mostrarse sinceramente, tal y como se siente en cada momento, en cada situación. Y como aún no sé poner límites, pienso todavía que la contención es... tan insípida... y ¿un poco falsa?.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Ahí sigues tú

Limpia esos ojos de tristeza y dales la luz, la luz del futuro, de la vida y de la esperanza.

No te recojas, no te cobijes, sal alguna noche a la ventana y grítale al embrujo de la oscuridad que ahí estás tú; con tus penas y con tus triunfos, con tu mirada clavada en un tiempo que no existe y con esa tu sonrisa gris azul.

Ahí sigues tú y ahí seguirás, porque no queda nada más y porque no hay nada más.

La vida se disfraza de pasado, el amigo se para en el recuerdo y, en el fondo, en tu fondo, sólo te quedas tú.

Esbózate un nuevo sentir y disfruta del calor que llevas dentro.

Manuel M.

De nudos y atropellos

Hay días que un inmenso nudo me tiene atenazada, no soy capaz de escribir, no soy capaz de explicar... Otros, en cambio, las ideas se arremolinan, las palabras se atropellan, borbotones de sentimientos y pensamientos que quieren salir a flote. Tantos que es difícil ponerles orden, darles forma como quisiera.

Hay tantas cosas que quisiera contar, tantas sensaciones que explicar... miedos que reconocer, proyectos que compartir... y cuesta tanto. Ni en voz alta, ni por escrito, soy capaz últimamente de decir lo que quiero. Me atropello, me lío, mezclo, confundo, bailan las letras del teclado, las palabras se atascan...

Una y otra vez empiezo, ante una página en blanco, una pantalla vacía, un teléfono, una mensaje de correo... en ocasiones no hay forma: me quedo muda, o en blanco. Otras, me acelero, para poder sacar todo lo que quiero y... me lío, me lío y no avanzo.

Es tan difícil como hacerle una foto a la luna... claro que, si eso en algún caso lo he conseguido, seguro que también logro escribir y contar todo lo que quiero.

He estado leyendo viejos poemas, cuentos e historias que creé hace mil años y confío en volver a escribr a mi manera "particular", en volver a transmitir. En sacar de nuevo el calor.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Confiar

Confiar, según la RAE:

"Depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier otra cosa".

Pues eso, nada más y nada menos... así lo entiendo, así lo vivo. Muchas veces me he equivocado, algunas he decidido no volver a practicarlo, y una pocas me han demostrado que merecía la pena.

Lástima que se me de tan mal transmitirlo. Mi confianza es ciega, aunque mis embarulladas palabras muestren a quién menos se lo merece, en el momento más inoportuno, otra cosa.

Y en alguna ocasión, también, me han hecho el inmenso regalo de confiar en mí. Y mi cabecita loca, mis dudas, mis miedos y mis malas experiencias no siempre me han permitido disfrutarlo como se merecía ni, peor aún, reconocerlo.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Felicidad

"La felicidad siempre viaja de incógnito. Sólo después que ha pasado, sabemos de ella"

jueves, 6 de septiembre de 2007

Promesas de jabón

Hay recuerdos que se diluyen en el agua del tiempo. Hay promesas y declaraciones de intenciones que se lanzan al aire como pompas de jabón -bonitas, brillantes pero inconsistentes y efímeras, muy efímeras-. "Te he echado menos", "Sé que he metido la pata, pero lo voy a arreglar", "Necesito oír tu voz, necesito verte", "Te llamo", "Esta semana nos vemos", "Quiero que todo vuelva a ser como antes"... burbujas de jabón que crecen, brillan, giran, flotan en el aire entre el que las lanza y el que quiere recibirlas y... plop, plop, plop, una a una van estallando sin llegar nunca a aterrizar en el mundo real.

La niña que llevo dentro se ha dejado enganchar miles de veces por esas hermosas pompas..., asombrada he visto cómo se forman, embobada he seguido su vuelo, sus lentos e hipnóticos movimientos, ilusionada he contemplado su brillo, el juego de colores al mezclarse con la luz y he creído que eran reales, ciega no he visto que el interior estaba vacío, que eran sólo hermosas formas para entretener al espectador, ayudarle a pasar el tiempo, permitirle disfrutar con unos momentos de ilusión.

Promesas tornasoladas que intentan grabarse en la retina de la memoria antes de estallar en minúsculas gotitas.

Es curioso, a algunas no presté atención cuando se lanzaron al aire, o no las recuerdo, muchas no las he visto explotar y no sé si han ido volando hasta el infinito o tienen algo que ver con esas pequeñas manchas de humedad que forman el estampado de mi vida, testigos de lo que una vez fue importante.

domingo, 2 de septiembre de 2007

No me importaría...

"No me importaría contar cada gota de lluvia si tu estuvieras conmigo debajo del paraguas"... la verdad es que ni uso paraguas ni estás cerca..., pero estas palabras de Paco Bello (no recuerdo a través de quién llegué ahí, sorry) me han hecho ponerme a reflexionar en todo -insensato o no- lo que estaríamos dispuestos a hacer por la gente que nos importa, desde contar las gotas del mar a cruzar el mundo, aprender a volar o renunciar a lo que hasta ese momento nos ha parecido básico y, lo mejor, es que no lo vivimos como un esfuerzo... "no me importaría morir así".

Es tan fácil regalar nuestros detalles, nuestro tiempo, nuestras locuras... a quiénes queremos (hoy no me pararé a analizar en qué medida también eso tiene su precio y puede ser malo tanto).

Esta noche prefiero pensar en todo lo que no me importaría...

Y, sobre todo, no me importaría... volverte a ver.