lunes, 16 de julio de 2007

Zapatos rojos

Esta tarde me he convertido en Dorothy. De la mano (¿del pie?) de unos zapatos rojos, por un largo rato me he transformado. En realidad todo empezó a gestarse el viernes. Después de meses sin preocuparme de ropa, calzado o mi aspecto en general (total ¿p'a qué?), unos zapatos rojos llamaron mi atención... ¿Y si me doy un capricho? Y lo hice. Zapatos rojos, de charol y ¡¡¡pulsera!!! (algunas cosas me seguirán encantando toda la vida, aunque no pueda alcanzarlas).

Durante todo el fin de semana, me estuvieron haciendo guiños desde la caja y esta mañana, su influencia afectó también a la ropa ¿y si me pongo piratas, y una camiseta "inapropiada" para el trabajo debajo de la chaqueta?. Un poco más de embrujo zapatero y me he escapado de la oficina casi una hora antes, me he quitado la chaqueta, ajustado la coleta... y lanzado a la calle, Atocha abajo, pisando fuerte. Tirantes finos, escote profundo (sí, Fer, yo con escote, ¡vivir para ver!) y pasos resueltos, audaces, casi presumidos. (¿Será que empieza a notarse el influjo de P?).

El movimiento rítmico de la coleta marcaba el tempo de unas pisadas decididas, cabeza erguida, espalda recta y... tac, tac, tac, pisadas rotundas, que aplastan sin piedad todo lo que me sobra, las imágenes de los que me molestan.

Tac, tac, a CP, su autoritarismo, su injusticia, su querer cargarme con lo que debería hacer él. A la de al lado, falsa y arrogante. Tac. Tac. A la de arriba, mentirosa que no sabe si acumular poder o deshacerse de responsabilidades. A la de su lado, por desleal y no callar lo que la confianza le contó. Tac. Tac. Al de enfrente, para que no traicione a su compañero. Al de arriba, por no ser capaz de tomar las riendas. Tac. Tac. Tac. Al que me echa de menos, no sabe estar sin mí pero tampoco hacer nada para evitarlo. Al que huye a Grecia pero no se atreve a decirlo hasta el último momento. Al que disfruta de Turquía y empezó el año sin mí en Nueva York. Tac. Tac. A E. que casi me hace volver a perder la confianza... Al que le daba igual si yo salía adelante o no. A los que olvidaron...

Y a cada paso, cada pisotón, me sentía más ligera, más tranquila, más segura, más dispuesta a volver a comerme el mundo. Giro de cuello, mirada de soslayo a un escaparate y mi imagen distorsionada me sonríe con picardía: hoy puedes con todo, parece decirme.

Tac. Tac. Tac. Los zapatos rojos me llevan desafiantes. Momento efímero de placer, de sentirme a gusto. Tac. Tac. Tac. ¿Esa soy yo?. Perdida en mis pensamientos, ajena al bullicio de Madrid. Hoy el ruido infernal del tráfico no se acerca a mi oído. La contaminación sobrevuela alta, muy alta, no llega a mis pulmones. Nadie se atreve a empujarme, ni a pisarme. Los conductores respetan los pasos de cebra en cuanto me asomo, el tren llega puntual nada más asomar mi tobillo, rodeado de una pulsera de charol rojo, al andén. Los viajeros se apartan y me dejan un asiento junto a la ventana. El móvil no suena. Todo lo malo se borra.

LLego a casa, mil horas antes que de costumbre. Me quito los zapatos y el espejo me devuelve a la realidad, pero... ¿alguien podrá robarme el recuerdo, la ilusión, de un paseo liberador, unos momentos de paz?.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

una prenda puede darnos tanta seguridad a veces!! ^^

es complicado, se hará cuesta arriba... pero por intentarlo que no quede! dar sin recibir lo mismo cansa.
mua!

Berenice dijo...

Me ha encantado lo que has escrito!!
Qué bueno es poder sentirse fuerte a veces y pisar a golpe de tacón lo que nos sobra.

Anónimo dijo...

Yo también quiero esos zapatitos rojos...

Stirga dijo...

Pues es curioso... pero no me los he vuelto a poner. Acabo de caer en la cuenta... será cuestión de rectificar.