martes, 5 de febrero de 2008

Cada pieza en su sitio

Una vez más he podido comprobar que en algunos lugares, en determinados momentos, se puede lograr colocar cada pieza en su sitio de este rompecabezas que es la vida. Trocito de cristal a trocito de cristal van ocupando su lugar y todo parece perfecto.
Suena de fondo un saxo y su llanto es, en realidad, un regalo de bienvenida. Cerrar los ojos y dejarse calentar por el bienestar de haber vuelto a casa. Caminar kilómetros con ligereza, recuperando olores, sonidos, sabores... Descubrir otros nuevos que también se convierten en esos cristalitos que van hacia su hueco en la pirámide que se eleva, perfecta, hasta el cielo que refleja el río y el alma de mi pueblo.
Brillan mis ojos -eso me dicen- al repasar cada piedra con la vista, al pisar los senderos de mi infancia, al sentarse frente al lago mientras me dejo acariciar por los pálidos rayos de sol invernal. Destellan mientras descubro lo nuevo y lo viejo en cada esquina, en cada calle, en cada plaza, en cada escaparate, en cada mostrador, en cada vaso, en cada plato.
Sonrío sin darme cuenta mientras paseo mis avenidas, bajo mis castaños, o sigo el borde del viejo río que atesora sonidos, llantos y risas de dos milenios, incluidos los míos. Me muevo, encantada, bajo la mirada benevolente de mi Stirga que cuida desde lo alto de mi casa, para que pueda volver a ser feliz por unos días... eso sí, la próxima vez más pronto. Dos años son mucho tiempo sin volver a casa.

3 comentarios:

Berenice dijo...

Qué bueno que hayas podido por fina cercarte unos dias a tu añorado paris de gárgolas sabias y piedras llenas de historia.. a tus caminos de infancia, y sobre todo qué bueno que encuentres cada pedacito en su sitio.

te veo hoy guapaaaa

Palaroide dijo...

Eso mi pasa, ahora, cuando voy a Madrid!

Anónimo dijo...

Cuando uno vuelve a un lugar especial en el hacia mucho tiempo que no estaba, se da cuenta de lo muhco que lo ha echado de menos.

Besos