
Gracias y mil besos a los que han compartido hoy mi alegría, ¡qué mejor que compartir estas noticias con vosotros! Y gracias, en general, a los que os preocupáis por mí, incluso a pesar de mis neuras.
Desde lo alto de su torre, mi quimera observa el tiempo pasar, testigo de siglos de historia, no sé si se burla, si vigila..., sólo sé que me tranquiliza saber que está ahí arriba, guardián seguro. Como ella, yo también observo. Quiero bajar e incorporarme al ritmo de mi ciudad, de mi mundo... pero aún no sé cómo. Mientras llega el momento de encontrar mi hueco, contemplo, comento, pregunto...
Tras muchos años de esconderme... voy a intentar mostrar de nuevo algo de mí, de mis cosas, de mis sueños, de mis pensamientos... olvidar pudores, vergüenzas y esa -¿equivocada?- sensación de que es necesario dar imagen de dura, ocultar los deseos, las debilidades, las esperanzas, la ternura... para evitar que te hagan daño.
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