... y me parece increíble todo lo que me ha pasado en poquito más de una década, una década que parece que me haya caído de regalo -y los regalos hay que valorarlos, disfrutarlos, aprovecharlos.
En el verano de 2003 me llevé el susto más grande de mi vida: me diagnosticaron un cáncer de ovarios. Aún recuerdo ese instante atroz en el que, después de varias pruebas para estar completamente seguros de todo, me confirmaron que sí, que tenía un tumor maligno. Tuve que pedirle a la doctora que me dejara quedarme un ratito llorando en su consulta, porque no tenía fuerzas para levantarme y salir al mundo. Luego llegó otra experiencia aún peor, darle a mi familia una de las peores noticias que puede contarse a alguien. Y las pruebas pre-operatorias, pensando que estaba echando una carrera contra-reloj ¿y si llegábamos demasiado tarde? Al fin y al cabo, los médicos no eran nada positivos.
El 31 de octubre de 2003 llegó y pude pasar por quirófano. A partir de ahí empezó una nueva fase en mi vida: esperar a los resultados, la quimio y sus efectos secundarios (los más visibles: la caída del pelo, los kilos de más... y los menos evidentes, pero que aún siguen notándose), la gente que se va y la que se queda, los miles de pañuelos de colores -y cuando estaba lejos de los más cercanos, los que pudieran sufrir al verme, la cabeza al aire-, los "exámenes" médicos -primero mensuales y luego cada vez más espaciados- a los que pensaba que nunca me acostumbraría...
Pero aquí estoy, rompiendo pronósticos, once años después. Ha sido un período tremendo, de dolor, rabia, incertidumbres, miedos y angustias, de adaptación y transformaciones físicas y emocionales, incluso mentales, pero también de esfuerzos para ser más fuerte que la enfermedad y sus secuelas, de esperanzas y superaciones, primero día a día, luego semana a semana, mes a mes... Momentos en los que la lucha debía hacerse en solitario y otros en los que tenía el bálsamo, el cariño y el apoyo de la familia y los amigos que nunca fallaron, de los que estuvieron siempre al pie del cañón.
En estos últimos 132 meses he reído, llorado, gritado, soñado, amado, abrazado, besado, leído, aprendido, cantado, bailado, andado (mucho)... he cambiado de casa y de trabajo, he descubierto una nueva pasión (la enseñanza), he seguido disfrutando de mi profesión, he viajado, he subido en helicóptero, he descubierto lugares nuevos, he vuelto a esos pequeños paraísos que me dan tanta vida, he perdido amigos pero ganado otros, he conocido a gente excepcional, he empezado el Camino de Santiago, he vivido aventuras, he probado nuevos platos y degustado nuevos vinos, he intentado disfrutar de la vida de otra forma, he abierto mi mente, he intentado ganar tiempo para mí, he tropezado, me he levantado... pero, sobre todo, he vivido y confirmado que #HayEsperanza
A pesar de que sigo cometiendo errores (¿quién no?), continúo avanzando en esto de intentar vivir y sigo apasionándome, soñando y luchando por lo que merece la pena.
Me queda mucho camino, pero estoy dispuesta a seguir recorriéndolo con las mismas ganas. Y, por supuesto, he decidido poner mi granito de arena para que se siga investigando y desarrollando nuevos fármacos, nuevos tratamientos, para #VencerelCancer