jueves, 28 de febrero de 2008

Ojos cerrados y corazón abierto

Morir "con los ojos cerrados y el corazón abierto", parece tan fácil, tan lógico, tan... pero en el fondo nos resulta complicado. Nos perdemos en miles de caminos llenos de obstáculos, desperdiciamos el tiempo con naderías, dándole vueltas a las cosas, pensando en qué hacer en vez de actuar, soñando en vez de vivir, lamentándonos en vez de avanzar.
¡Qué difícil resulta contestar a dos simples preguntas, a saber si has sido feliz y has hecho felices a otros; y no vemos que si aún no podemos dar una respuesta afirmativa, aún nos queda tiempo -¿qué importa un día o 30 años?- para conseguirlo.
Pero la realidad es que falta optimismo, determinación, ésa a la que se refiere lo de: "El optimista siempre tiene un proyecto. El pesimista siempre tiene una excusa". Y nos inventamos mil excusas para no seguir por la senda más fácil, más lógica. Nos perdemos por los vericuetos del miedo, los temores, las "obligaciones", las opiniones...
Y es curioso, pero me llega esto cuando estoy recuperando fuerzas, pensando en que yo también tenía una pseudo lista del cubo, de cosas a hacer, en las que ya he hecho (un concierto del Boss y alguna más) en las que me quedan (viajar a Canadá y al Polo, bañarme con delfines...) en las que quiero ponerme a corto plazo (aprender a nadar y bucear) y en las que ya difícilmente podrán ser, el tiempo no perdona y algunas prioridades y circunstancias, además de mis decisiones y dudas, hacen que igual sea ya demasiado tarde. He de reconocer que soy de las que tropiezo con excusas para aún demasiadas cosas y estoy lejos todavía -pero en camino- de poder morir con el corazón abierto... aunque lo de los ojos cerrados, no sé, quisiera manterlos abiertos para seguir viendo montañas, nieve, cielo, estrellas y, sobre todo, mis queridos árboles.

lunes, 25 de febrero de 2008

Vueloooooooooooooooo

He llorado, pero de nervios y alegría, incapaz de mostrar mi felicidad a través de carcajadas. Pero ahí estaba.

Gracias y mil besos a los que han compartido hoy mi alegría, ¡qué mejor que compartir estas noticias con vosotros! Y gracias, en general, a los que os preocupáis por mí, incluso a pesar de mis neuras.

Desplegar las alas y volar

Esta noche no soy capaz de dormir (llevo varios días en los que me cuesta conciliar el sueño) y busco mil formas de dejar desgranarse las horas sin ponerme nerviosa. Leo, veo películas y me paseo por la red.
Estoy inquieta, a pesar de que últimamente tengo la sensación de recuperar mi auténtico yo, algunas de las cosas de mí que me gustan y que habían estado escondidas los últimos años, los últimos meses. Estoy poniéndome en paz conmigo misma y con el mundo. Centrándome en disfrutar lo que me gusta, lo que me enriquece, tanto en cuanto a personas como a actividades. Parece que estoy más acertada a la hora de colocar las piezas del puzle, y convencida de que voy por buen camino para terminarlo. Y contenta por esos duendes que me acompañan y me ayudan a volver a ser feliz.
Pero sigo algo nerviosa y, paseando por mis blogs de cabecera, me he encontrado con que "Belén in Red" ha acertado con las palabras que definen mi estado de ánimo. Una vez más, he descubierto que mis sensaciones no son únicas y que hay quiénes saben pintarlas de forma magistral.
En unas pocas frases ha sabido resumir todas lo que da vueltas por mi cabeza. Estoy a punto de que me digan si he ganado un año más (y van 4) o si tengo que volver a empezar a luchar con tanta m.... Y por eso llevo dos o tres semanas tan intranquila pero intentando disfrutar de otras cosas: entrevistas interesantes, un museo, un paseo bajo la lluvia, comer con las personas más especiales de mi entorno, una película, un día fantástico en la sierra con uno de esos amigos, de los que saben estar, aguantar y hacer reír, una tarde de fútbol (malo, pero...), risas, algunas lágrimas y hasta, también, sueños de futuro, ilusiones, proyectos y ganas de volver a comerme el mundo.
Eso combinado con nervios, desazón, miedo y recuerdos. Una mezcla explosiva pero sé que estoy ganándole la partida a la miseria, orgullosa de lo que he hecho y he disfrutado, agradecida por esas cuatro prórrogas que me han regalado. Tiempo para recuperar una amiga muy especial, para disfrutar algunos viajes fabulosos, para alcanzar alguna meta (mi casa, por ejemplo), para compartir con lo mejor de mi familia (mi madre, mi hermano, mi tío), para conocer algunos amigos maravillosos (no hace falta que ponga su nombre, saben quiénes son y de paso que no me regañen por escribir poco), para jugar con mis niños (Juan, Diego, Jorge...), para aprender a decir que no, a pedir perdón, a pensar en primera persona, a mimarme (de vez en cuando), para recordar cómo confiar, cómo mirar hacia adelante.. aprender, sobre todo aprender.
Sé que queda mucho por andar, que debo quererme más, querer más, mostrarme más, conocer más, escribir más, reír más... en la siguiente prórroga y, si no todo es color de rosa, que si ya lo he hecho una vez, puedo pelearme y volver a salir otra más.
La mariposa quiere desplegar de nuevo las alas y volar con sus duendes.
Estoy bien, pero nerviosa
Me encuentro viva, pero enferma
Soy valiente, pero me tiemblan las piernas
Voy con paso decidido, pero dudo
Tengo miedo, pero estoy tranquila
Estoy preparada, pero indecisa
Me siento bella, pero con ojeras
Tengo la fortaleza, pero mis muros se tambalean
Belén in Red

martes, 5 de febrero de 2008

Cada pieza en su sitio

Una vez más he podido comprobar que en algunos lugares, en determinados momentos, se puede lograr colocar cada pieza en su sitio de este rompecabezas que es la vida. Trocito de cristal a trocito de cristal van ocupando su lugar y todo parece perfecto.
Suena de fondo un saxo y su llanto es, en realidad, un regalo de bienvenida. Cerrar los ojos y dejarse calentar por el bienestar de haber vuelto a casa. Caminar kilómetros con ligereza, recuperando olores, sonidos, sabores... Descubrir otros nuevos que también se convierten en esos cristalitos que van hacia su hueco en la pirámide que se eleva, perfecta, hasta el cielo que refleja el río y el alma de mi pueblo.
Brillan mis ojos -eso me dicen- al repasar cada piedra con la vista, al pisar los senderos de mi infancia, al sentarse frente al lago mientras me dejo acariciar por los pálidos rayos de sol invernal. Destellan mientras descubro lo nuevo y lo viejo en cada esquina, en cada calle, en cada plaza, en cada escaparate, en cada mostrador, en cada vaso, en cada plato.
Sonrío sin darme cuenta mientras paseo mis avenidas, bajo mis castaños, o sigo el borde del viejo río que atesora sonidos, llantos y risas de dos milenios, incluidos los míos. Me muevo, encantada, bajo la mirada benevolente de mi Stirga que cuida desde lo alto de mi casa, para que pueda volver a ser feliz por unos días... eso sí, la próxima vez más pronto. Dos años son mucho tiempo sin volver a casa.